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Escribir de un evento sin tomar apuntes es algo arriesgado, así que lo que vais a leer está basado, más que en tecnicismos, en sensaciones, lo que se queda en la retina, lo que hace que te levantes de tu asiento, un cúmulo de circunstancias ajenas a cada uno, pero que están en el ambiente de una Plaza de Toros.

La Misericordia impone, es mucha responsabilidad, y cual torero que haga su paseíllo la ha de tener y superar. Por lo que yo percibí, nuestros chicos salvaron el  primer escollo con solvencia.

Pero vamos a lo interesante, a las actuaciones de cada uno:

Nabil Essaouari ha cambiado el chip, ha vuelto a coger la senda de su toreo, ha recuperado su fortaleza mental, lo que le permitió estar francamente bien con una becerra de bastantes teclas por tocar, solvente en la mayoría de su faena, demostrando que está preparado para compromisos más exigentes.

Fran Fernando, torero de poder, pero que le cuesta entrar, es como ese crack del futbol que hasta que no recibe la primera patada no reacciona. No fue fácil de salida la becerra, incierta. La cogió en los medios con la muleta y ahí cambió todo. Poderoso, de muletazos largos y series de menos a más a una becerra que exigía firmeza y mando. Estuvo por encima del bravo animal, me trasmitió serenidad y seguridad. Puede y debe exigirse más a él mismo.

Roberto Martín, para mí es un niño esponja, lo asimila todo con una velocidad increíble, hizo las cosas como se debían hacer, pausado, con suavidad, dio tiempo cuando debía y lo paró por momentos, no era fácil estar a la altura de (para mi) la mejor becerra de todas las que se lidiaron. Supo mantener en pié al animal con presteza y elegancia.

Aarón Palacios, elegancia personificada, aroma a buen toreo, no hay que descubrirlo, pero debe sosegarse, hay pasajes de la faena que se acelera, me da la sensación que piensa en el segundo muletazo antes de acabar el primero. No es malo tener hambre, pero no es bueno comer deprisa. Aun con todo, dio un recital de colocación y distancias, y de buen toreo, que también hubo. Aarón está en un momento que hay que empezarle a exigir mucho más.

Ángel Alarcón, su figura es de toreo antiguo, se arquea como un junco, lo que ayuda a transmitir. Está nuevo, pero su potencial es enorme, se lo tiene que creer, darle importancia a lo que hace, confiar en sí mismo, su evolución es evidente y gratificante. Su recibo capotero me sorprendió.

Da gusto verlos andar por el albero, bien vestidos, erguidos, seguros, los trastos bien cogidos, siempre en torero, con actitud desde el primer momento, un lujo de toreros que estuvieron a la altura y  brillaron con luz propia ante un compromiso cargado de responsabilidad.

Por Paco Puya.

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